La etiqueta dice "Tap´d NY. Purified New York City tap water" y cuesta 1,5 dólares la botella. Unos 35 centavos menos de lo que suelen costar aguas embotelladas más de diseño o simplemente más pretenciosas. Al parecer la calidad del agua del grifo de la zona de Nueva York es buena, comparable con la calidad del agua de Madrid que entre otras cosas disfruta de la fama de tirar las mejores cañas del mundo y dicen que precisamente están tan buenas por el agua ( también hay una empresa en España que aprovechando esa fama se lanzó a comercializar la cerveza Cibeles, en este enlace podeis verlo: http://www.mercadocalabajio.com/2011/08/cerveza-la-cibeles-la-nueva-cerveza-de.html ).
Mucho más que en Madrid, los restaurantes de Nueva York ofrecen agua del grifo que traen en grandes jarras sin pedirla, rellenando el vaso una y otra vez. La gente hace lo mismo en su casa. Pero hasta el 2009 a nadie se le había ocurrido embotellar este agua, etiquetar la botella y venderla.
La primera pega que te podría poner el banco cuando fueras a pedir dinero para abrir el negocio sería: ¿y por qué te va a pagar la gente por algo que puede conseguir gratis? A lo que Craig Zucker contesta que no hay tantas fuentes públicas disponibles en la ciudad de Nueva York, y que la religión americana de ir a todas partes con comida y bebida a cuestas genera una demanda que él ha sabido aprovechar.
Pero sobre todo ha sabido seguir su instinto. El astuto emprendedor -que de muy joven, por no decir muy pequeño, ya triunfó con ideas de negocio tales como ofrecer un millón de dólares de premio a quien metiera una pelota de golf en determinado hoyo de un solo golpe, y cobrar un dólar por cada intento- estaba seguro de que la gente de Nueva York estaría dispuesta a pagar por tener agua de Nueva York embotellada. Que eso halagaría su nacionalismo neoyorquino.
A Craig Zucker se le ocurrió la idea por 2 razones: la del agua de Nueva York, y la presión de las autoridades a favor del consumo del agua del grifo contra el de agua embotellada, que es ecológicamente mucho más onerosa. Hay que transportarla desde lugares remotos, gastar combustible... Incluso cuando el agua del grifo sabe mal bastaría con filtrarla.
Pero si encima es buenísima...¿por qué no hacerla más sexy embotellándola y etiquetándola? Ni corto ni perezoso, Craig Zucker se trasladó a Nueva York, se buscó un socio en la Craigslist, alquilaron un almacén en Brooklyn y empezaron a bombear el agua que salía del grifo. Pagan 2 dólares al mes y sacan todos los litros que quieren más. Alquilan un camión para ir y venir de New Jersey, donde la embotellan, y hala, a distribuir por tiendas y restaurantes. Claro como el agua.
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