La intolerancia se define como la falta de la habilidad o la voluntad de tolerar algo. Muchos no toleramos la crispación y por ello mismo nos volvemos intolerantes con ella , la intolerancia de la intolerancia. ¿Excluirla, apartarla o reconciliarla?
En fechas cercanas se estrenó en España la película Invictus del director Clint Eastwood. El día que vi el cartel anunciándolo tomé buena nota, ya que no es un nombre cualquiera, ya lo conocía y lo considero extraordinario.
Invictus es un poema de William Ernest Henley, todo un canto épico ante la adversidad : “…Doy gracias al Dios que fuere por mi invicta alma, soy el amo de mi destino el capitán de mi alma…”
Este poema acompañó en los momentos más duros a un hombre llamado “Madiba” Nelson Mandela. La película se basa en un libro: Playing the enemy, que narra básicamente cómo un partido de rugby salvó y unió a una nación dividida; así pues tenemos un poema, un libro y una historia real del preso número 466/64. Un hombre que pasó 27 años en la cárcel y que se enfrentó a su destino dispuesto a perdonar, libre de rencor.
Apartheid:
El apartheid es el resultado de lo que fue, un fenómeno de segregación racial en Sudáfrica implantado por colonizadores holandeses bóer en la región, como símbolo de una sucesión de discriminación política, económica, social y racial. Fue llamado así porque significa “segregación”. Este sistema consistía básicamente en la división de los diferentes grupos raciales para promover el desarrollo. Todo este movimiento estaba dirigido por la raza blanca, que instauró todo tipo de leyes que cubrían, en general, aspectos sociales. Se hacía una clasificación racial de acuerdo a la apariencia, a la aceptación social o a la ascendencia. Este nuevo sistema produjo revoluciones y resistencias por parte de los ciudadanos negros del país.
Una discriminación palpada al principio de Invictus. Los blancos juegan al rugby; los negros, al fútbol; en medio una carretera y una verja infranqueables. Dos horas después esa verja se derrumba y Sudáfrica ya es un país, sin grietas. “Lo que hizo parece de cuento de hadas, pero no lo era. Cambió el mundo”.
Analizando la historia del hombre nos encontramos con un Mandela, joven abogado, que trabaja en cuerpo y alma para defender los derechos civiles de los ciudadanos que sufrían la discriminación del Apartheid y luchaba contra el sistema, por ello es encarcelado durante casi 30 años.
Mandela entró en la cárcel con 45 años y salio con 72, para convertirse en leyenda, unificar un país roto y construir reconciliando un país nuevo y libre, sin fronteras entre blancos y negros. El apartheid era un muro de rencor y odio que cayó por la resistencia y el coraje de un hombre que supo aceptar su destino, perdonar a sus carceleros, trabajar con ellos, integrarlos en su gobierno, pero faltaba algo, dar una ilusión a su país y construir un futuro a sus hermanos blancos y negros.
Nunca tuvo una vida fácil, ni siquiera en el plano personal, tres de sus hijos no le sobrevivieron por diferentes causas, el VIH una de ellas, Sudáfrica languidecía. Quizá lo fácil, lo típico, hubiera sido una solución militar, probablemente una guerra civil, apenas el 19 % de la población era de raza blanca, quien controlaba y sometía al 81 % restante.
Fácil, hubiera sido muy fácil, tenía que construir sobre las aspiraciones de los negros y temores de los blancos, construir sin excluir, demasiados años de segregación que sólo sembró dolor y miseria.
Rugby, la magia partió de pedir un imposible: luchar por Sudáfrica como campeona del mundo del rugby; Mandela lo definió como “Una maniobra humana, no política“. Según los expertos no pasarían de cuartos de final le decían sus consejeros; “según los expertos tu y yo seguiríamos en la cárcel”, respondió. Mandela compartió el poema Invictus con el capitán de la selección de Sudáfrica, “me ayudó cuando sentía que la esperanza salía de mí, deseo que te de la fuerza que a mi me dio”.
La película –como la historia– destila humanidad y coraje ante la adversidad así como enormes dosis de sabiduría e ingenio. Posiblemente sean los mejores remedios contra la crispación y la intolerancia. Invictus invita a la reflexión más profunda del ser humano, lo más difícil a menudo es lo que debe hacerse.
En la noche que me envuelve
negra como un pozo abominable
yo agradezco al dios que fuere
por mi espíritu inconquistable.
Atrapado en este circunstancial lugar
yo he gemido pero no he llorado
ante las puñaladas que me deparó el azar
mi cabeza sangra, pero no me he postrado.
Mas allá de este lugar de furia y de lágrimas
me acosan las sombras con terror.
Pero tantos años de amenazas
me encuentran sin temor.
Ya no importa cual fue mi camino
ni cuantas culpas he acumulado.
Soy el dueño de mi destino
Y el capitán de mi alma.
http://www.marioconde.org/blog/2010/01/invictus-ricardo/
http://www.youtube.com/watch?v=BhEQ4MYCMH8&feature=related
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