http://www.youtube.com/watch?v=vrBD2hSdLS0&feature=related
La historia se resuelve en dos secuencias. En la primera, vemos a una madre de
familia que llega a casa con cierta sensación de derrota: ha realizado una
entrevista de trabajo y no ha conseguido el puesto por falta de referencias. Su
marido la consuela, y los hijos miran desde el fondo. En la segunda, el hijo se vuelve hacia la cámara y empieza a recordar
las cualidades de su madre:
“Nací
en 1986. Desde entonces, todos en casa le hemos creado unas ojeras que no
oculta. Ella dice que son producto del amor… Su carrera se ha basado en la
persuasión: ¡me convenció de que las verduras me pondrían los ojos verdes!
Imaginación no le falta, no…”
En ese momento, la confidencia se
hace más íntima, más entrañable y amorosa: “La llamas y está. ¡Siempre está!
Por eso no me he convertido en el imbécil que podría llegar a ser… Le saca
partido a todo, es un genio. Debería darle las gracias a mi padre por haberla
elegido”.
Sólo entonces nos damos cuenta de que el chico está
delante del empleador y está relatando esas referencias que antes le faltaban.
Por eso añade: “Yo creo que son buenas
referencias, ¿no?”. Y, cuando ya se marcha, pensando que al menos ha
podido decir algo bueno de su madre, nos
sorprende la respuesta del ejecutivo: “Lo son.
Quiero tenerla aquí”. “Y usted
–replica el chico- ¿tiene
referencias?”, porque mi madre no debe trabajar en cualquier
sitio…
No hay comentarios:
Publicar un comentario